Pase un domingo intenso y lindo con los Diablos Rojos. Todavía me cuesta obligarlos a hablar acerca de cuestiones que no tengan que ver con el mundial, pero de a poco, con paciencia, todo se puede.
Cada vez que termino de hablar con Mario me angustio, me cuesta pensar, salir de la profundidad en la que me deja. Estoy convencida que no tiene ni idea de que “sus servicios” son en realidad “un regalo”. Le diría que se vende barato, pero no tengo ni la confianza, ni las ganas. A veces, como ayer, Mario me tira una frase contundente:
“La intención es la de siempre, hacer daño”.
Cuando volvía a casa pensando en su frase me acordé de algo que había leído acerca de las barras en lo de Artemio. El texto es de Roberto Koira.
La fama de Mataderos, barrio obrero y peronista, de resistencia y luchas populares tiene unos cuantos hitos. Uno de ellos se produjo el 24 de octubre de 1981. Aquella tarde, cuarenta y nueve personas (según los diarios de la época) o un centenar (según los protagonistas) fueron detenidas por cantar la marcha peronista durante un partido entre Chicago y Defensores de Belgrano. Como no tenía vehículos suficientes, la Policía se los llevó trotando desde la cancha a la comisaría. La mayoría recuperó su libertad, pero nueve personas fueron trasladadas a Devoto y algunas permanecieron 30 días en la cárcel.
El Ingeniero Miguel Aquino no olvidó aquella tarde, la única vez que estuvo entre rejas: “todo empezó en la tribuna de madera bajita. Unos muchachos empezaron a cantar la marcha. La policía se puso un poco loquita y comenzó la represión. Cuando empezamos a cantar la marcha, quienes sentimos el peronismo se nos hizo muy difícil controlarnos y perdimos el miedo, aunque estuviéramos en la dictadura. Para ellos, la marcha era una provocación. La cantamos toda. Con ganas y bronca. Y fueron a buscarnos. Daban palo a diestra y siniestra, y lo cómico de esto es que a muchos se los llevaron trotando. Había un chico que estaba en la puerta de su casa tomando mate y se lo llevaron también. Quedó treinta días preso no sé porque. Lo mío fue más de status, porque estaba en la platea y me llevaron en auto. Tenían marcados a muchos y, nos pusieron contra la pared y dijeron: “este, este”
Aquino estuvo una semana en la cárcel y cuenta que algunos salieron antes porque “metieron habeas corpus”. El prefirió no hacerlo porque otros abogados decían que con los habeas se corrían riesgos de ser juzgados por jueces más duros. En ese ínterin-dice- hubo reuniones, la gente empezó a hacer quilombo, salíamos en el diario todos los días. Yo trabajaba en SEGBA. Todavía no me había recibido, pero igual me decían “el ingeniero” y en los diarios salía “el ingeniero fulano fue llevado arbitrariamente”. En SEGBA, yo manejaba gente, y me querían rajar porque había estado en cana. Estaba en la Asociación de Personal Superior de SEGBA, como representante. Tenía militancia política y gremial. El gerente me conocía, sabía que llevaba bien mi laburo, y eso me salvó. También me conocía el gerente central, aunque debajo de ellos había tres o cuatro gorilones que pedían que me rajaran. Los gerentes dijeron que me iban a dar “turismo carcelario”, es decir, me dieron una semana de vacaciones para que no figurara cono preso. Para algunos, la militancia en política no era un sinónimo de vagancia, todo lo contrario. Yo estaba comprometido con mi trabajo y eso me salvó”.
Todavía no sé como se conectan estas cosas, pero cuando este más recuperada voy a pensarlo.