viernes, 29 de octubre de 2010

Néstor y la militancia

“No estas sola, estamos todos tristes” me decía hoy a la mañana Mauro desde Heidelberg. Juan y Nico compartían la angustia en Londres, y más tarde charlaba con Juli, Diego, Robert, y el Topo en distintos lugares de USA de que en estos días no se podía hacer nada. A la noche hablé sin parar con Pablo y con Martín en Buenos Aires. Hace mucho que no hablaba con casi todos los amigos de la militancia. Nos conocimos en las reuniones interminables, desagradables, e inolvidables de HIJOS. Fue durante esas reuniones en las que se discutía hasta las tres de la mañana si una oración de un documento irrelevante tenía que tener un punto o un punto y coma que nos fuimos conociendo, gustando, y juntando. Tanto nos juntamos que algunos generaron vida de toda esa mierda. Los hijos de los HIJOS son de lo más lindo que nos paso como grupo. Ona y Guido nos permiten a todos ser una familia de esas que no tuvimos. 

Y pienso en nosotros, en esos años, y en la militancia.
Durante la militancia experimenté las sensaciones más intensas de felicidad y dolor de toda mi vida. Pablo y Martín siguen allí, siguen militando, nosotros nos fuimos y dejamos de militar. Algunos escriben, otros investigan, trabajan, y todos vivimos.

La muerte de Néstor volvió a juntarnos. En una forma trucha, por Skype, por emails, pero nos reactivo. Por primera vez, en lugar de ver fotos viejas, recordar anécdotas, y compartir cierta cotidianeidad volvemos a discutir política. Volvemos a hacer lo que nos calienta.
Todo empezó, como siempre, por unas palabras de Pablo: “Chicos me voy a la plaza con ustedes. Yo sé que ustedes estarían acá y que acá estarían nuestros viejos.”

No puedo parar de leer todo lo que no paramos de escribir y compartir. Siento que me vuelvo a encontrar con esos pibes jóvenes, perdidos, angustiados, huérfanos, pero llenos de vitalidad que alguna vez fuimos. Sé que este reencuentro se lo debemos a Néstor tanto como a nosotros mismos, pero siento decir gracias. Gracias Néstor por devolvernos la sed de militar.